Seguramente lo que más me gusta de la cocina es la repostería, y dentro de la repostería, los postres más clásicos como esta Tarta San Marcos que siempre fue una de mis favoritas y que, incomprensiblemente, nunca la había hecho en casa.
Pero como todo tiene su momento, la ocasión llegó hace unos días cuando una amiga muy querida me pidió que llevara una tarta para su fiesta de cumpleaños. Desde luego no quería hacer una tarta de fondant sino una de las de toda la vida, jugosa y suave, así que me decidí por esta, con su bizcocho bien bañado en almíbar y sus capas de nata y trufa, cubierto todo por una deliciosa yema tostada.
Para la receta me dejé guiar por la de Su de Webos fritos, aunque tuve que hacer bastantes cálculos para que me saliera bastante más grande ya que la hice en un molde de 26 cm. . La tarta salió enorme pero duró menos que un caramelo a la puerta de un colegio porque la verdad es que salió deliciosa.
Aunque parece muy laboriosa, si os organizáis bien y empezáis el día anterior, no os dará demasiado trabajo y tendéis el éxito asegurado si la lleváis a cualquier fiesta.
Os dejo la receta con las cantidades de la receta original para un molde de 20 cm.
Para hacer el bizcocho, precalentar el horno a 180º
Poner las yemas con el azúcar en un bol y batirlas con un batidor eléctrico hasta que blanqueen.
Montar las claras a punto de nieve.fuerte.
Mezclar el batido de yemas con las claras con ayuda de una espátula y con movimientos suaves para que no se bajen.
Añadir en varias veces la harina tamizada con la levadura y un pellizco de sal mezclando suavemente.
Verter la mezcla en un molde de 20 cm. bien engrasado, alisar la superficie y hornear durante unos 30 minutos. Comprobar si está bien hecho clavando una aguja en el centro del bizcocho.
Dejar reposar unos diez minutos y entonces desmoldarlo y dejarlo enfriar sobre una rejilla.
Preparar el almíbar poniendo en un cazo el agua y el azúcar, Poner a fuego vivo y cuando hierva añadir el brandy dejar cocer unos minutos para que reduzca un poco. Dejar enfriar.
Cortar el bizcocho en tres pisos. Colocar el primero en el plato en el que vayamos a presentar la tarta. Bañarlo generosamente con un tercio del almíbar.
Para el relleno, montar la nata y añadirle el azúcar glas poco a poco mientras batimos. Reservar 200 gr. de la nata ya montada para el lateral de la tarta.
Dividir en dos partes iguales la nata restante y añadir el cacao en polvo a una de ellas, mezclar con una espátula y con movimientos suaves.
Extender la nata sobre el primer piso de bizcocho.
Colocar la segunda capa de bizcocho y bañar con otro tercio del almíbar. Extender la trufa sobre ella.
Si tenéis un aro extensible os será muy útil para que la nata y la trufa queden bien repartidas sin que rebosen por los lados.
Tapar con el último piso de bizcocho y bañar con el resto del almíbar.
Guardar en el frigorífico mientras preparamos la yema.
Hacer un almíbar con el agua y el azúcar, cocer hasta que llegue a unos 116º.
Mientras, mezclar en un bol las yemas con la maizena.
Verter el almíbar sobre el batido de yemas batiendo constantemente. Volver a poner todo en el cazo y cocer sin dejar de remover hasta que la mezcla espese bastante.
Apartar del fuego y colocar el cazo sobre un bol con agua muy fría y seguir removiendo hasta que la mezcla se enfríe.
Cubrir el bizcocho con la yema ya fría. Espolvorear con azúcar y quemarla con el soplete.
Como veis, por muy espesa que hayamos dejado la yema, ésta tiende a escurrir por los bordes, esto lo podéis evitar en parte dejando puesto el aro (cosa que yo no hice) y dejándola enfriar bien en el frigorífico antes de decorar el lateral. En cualquier caso, simplemente se puede retirar la yema que rebose con una espátula.
Cubrir el lateral con la nata reservada y adornar con unas almendras fileteadas tostadas.